Tiempo de Pascua

La “Vella Quaresma” ya se ha quedado sin piernas, la Pascua ya está aquí.

Como cada año he querido dar un toque especial a la casa así que unos detalles para la cocina han sido el objetivo.

Estos días paso bastante tiempo en ella preparando huevos sorpresa, galletitas y otros dulces para la mesa de Pascua así que ¿porqué no ambientarme?, a veces me siento como Mortadelo transformándome, un poco, en lo que estoy haciendo.

Me he inspirado en el libro de Nancy Halvorsen “Easy does it for Spring”.

Un paño de cocina de Ikea , unas ropas que compre en USA hace siglos y restos de otros proyectos, en fin un trabajo baratito, baratito.

Vamos a por el libro

Aquí “Don conejito” es un conejito blanco como el de Alícia en el país de las Maravillas, preparado para el juego de buscar los huevos escondidos por la casa.

Como la tela blanca que tenia transparentaba un poco los cuadros rosas me decidí a aplicarle un poco de pintura textil para hacerla más opaca.

Aplicado un lazo de color verde prado.

Los mofletes rosados a base de colorete.

Que contento que está una vez arregladito.

Quilters, empieza el juego, a buscar.

Los huevos de colores, amarillo y rosa, son un par de agarradores.

Ellos también son muy coquetos y se han puesto sus mejores galas.

Con ellos sacaré del horno la mona de pascua del lunes.

El regalar “huevos de Pascua” es una tradición antigua, los hay de Chocolate, duros recubiertos de cera, de papel mache, de ropa, en fin cada pueblo tiene su propia tradición pero sin duda una de las que a mi me parecen mas curiosa es la de los huevos Fabergé.

Todo comenzó en 1885, cuando Alejandro III, entonces zar de Rusia, le encargó a Peter Carl Fabergé un huevo de Pascua para regalarle a su esposa, María Fyodorevna. Como la zarina era danesa, el joyero eligió como fuente de inspiración un huevo de Pascua propiedad de una tía de la emperatriz, que supuestamente le encantaba cuando era niña.

El primer huevo fué de una sencillez increible y poco usual en el gusto de la época.
Simulaba ser un sencillo huevo de gallina con un  pequeño tesoro de oro macizo en su interior. 

Tal fue el agrado de María, que Alejandro le pidió a Fabergé que realizara un huevo por año. Y la única condición que le impuso fue que cada obra fuera única y que encerrase una sorpresa secreta en su interior.




A la muerte de Alejandro, su hijo Nicolás II, nuevo zar de Rusia, tomó la tradición iniciada por su padre. Los huevos de Pascua imperiales se convirtieron en la prioridad de la compañía de joyeros Fabergé, que para ese entonces ya era proveedora oficial de la corte rusa.

De los 50 huevos que la casa Fabergé realizó para la familia imperial rusa, sólo se conservan 42. Y aquí es donde comienza el misterio.

Los dos últimos huevos, hechos para la Pascua de 1917, nunca llegaron a ser entregados. Ocho huevos imperiales se perdieron. Dos se conocen únicamente a través de fotografías, y tres fueron descubiertos en 2007: uno aparece en una foto de una vitrina de la zarina María, otro aparece reflejado en el vidrio del mismo mueble, y otro puede verse en la foto de una joyería londinense, en la parte inferior de una estantería. Pero nada se sabe de los tres huevos restantes.

Un misterio más que envuelve a la familia imperial rusa, ideal para una búsqueda de huevos de Pascua, esta vez, claro, de características nada parecidas a las que tendrán lugar en las casas y jardines de los niños del mundo.
(Fuente: Wikipedia.)

Espero que mis detalles de Pascua no desaparezcan, no estoy yo para misterios.

Os deseo una feliz búsqueda y una feliz Pascua Quilters,

Os dejo unas galletas conejito y unos nidos de merengue que ya han salido del horno. Coged que se acaban.