Las casetas. Verano, mar y arena

Cada vez con más frecuencia me vienen a la memoria escenas de mi niñez. No sé si esto también os pasa a vosotras.

No sólo son imágenes, sino también olores y sonidos. Recuerdo con añoranza mis desayunos en el balcón de casa de mis abuelos, escuchando las golondrinas y oliendo a verano. Ahora ya no hay golondrinas en Barcelona.

Los baños en el mar en verano y durante vacaciones. Era curioso como nos poníamos el bañador y luego nos volvíamos a cambiar de ropa.

Unas veces poníamos toallas en las ventanas del coche, otras utilizábamos unas cortinas que se colgaban de la sombrilla y en el peor de los casos, usábamos unas bolsas de ropa que se cerraban en el cuello y que llegaban hasta los pies, hechas por mi madre o mis tías y que hacían que el cambio fuese todo un alarde de contorsionismo, todo ello en pos del decoro que nos habían inculcado en la escuela.

También había playas en la que se podía alquilar una caseta de madera durante todo el día.

Ahora tenemos suerte de pasar el verano cerca de una de estas playas y disfrutar del paisaje con estas casetas.

Ellas han servido de inspiración para hacer unos sujeta puertas que eviten que éstas se cierren de golpe los días de tramontana.

Son las casetas de los



He elegido los colores del parchís y unos frescos estampados de rayas.

La confección ha sido entretenida y casi en serie.

Las he rellenado con piedras y floca y han quedado gorditas, gorditas.

Cada día cuando las miro pienso en las historias que ocurren dentro y fuera de ellas.

Las ventanas de atrás son pequeñas y dejan pasar el aire para poder refrescarse.

Todas ellas tienen, colgada de su puerta, un flotador para ayudar a los cansados nadadores.

La caseta azul como el mar.

Los niños han dejado un remo apoyado en la pared y las niñas se han olvidado sus playeras.

La caseta amarilla como el sol.

Con divertidas redes de pescadores con conchas y unas banderolas de fiesta.

La caseta verde, fresca como la brisa marina.

En su lateral está descansando una barquita de madera para darnos una vuelta por las calas escondidas tras las rocas.

La caseta roja, como los atardeceres de verano.

Con unas banderolas de fiesta que todavía quedan de las pasadas verbenas.

Aquí las tenéis todas juntas esperando a los bañistas.

Este ha sido uno de los pequeños trabajos de verano que he hecho en las largas tardes cuando el calor ya es mas llevadero.

Espero que os hayan gustado y que compartáis conmigo vuestras propias historias de verano y niñez.

Hasta pronto quilters!!!!!.